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22 abr 2015

ODIO A LOS INDIFERENTES


Por: Antonio Gramsci-11 de febrero de 1917*


Traducción: Hugo R. Mancuso

Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.

* Antonio Gramsci (Nació en Ales, Cerdeña, Italia, el 22 de enero de 1891 y murió en Roma, el 27 de abril de 1937) fue un filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano. Escribió sobre teoría política, sociología, antropología y lingüística. Su trabajo en la teoría cultural lo llevó a postular su teoría de hegemonía cultural, que describe cómo los estados usan las instituciones culturales para mantener el poder, y no apelar así, a la cronicidad de guerras. Gramsci fue el fundador del Partido Comunista Italiano
y fue encarcelado bajo el régimen fascista de Benito Mussolini. Desde los primeros meses de 1916, en plena guerra mundial, es uno de los tres redactores del semanario de la sección socialista de Turín “El Grito del Pueblo” y de la hoja turinesa del “Avanti!” bajo la sección Bajo la Mole; publica breves panfletos y de crítica teatral. Más tarde dirá haber escrito, en diez años de periodismo, «quince o veinte volúmenes de 400 páginas, pero escritas un día para morir con el día» y se jactará de haber contribuido a hacer popular el teatro de Pirandello, entonces incomprendido o escarnecido. Se libera del aislamiento de su vida de estudiante pobre y huraño visitando obreros, dictando conferencias en los círculos socialistas y escribe por sí mismo el número único del periódico de los jóvenes socialistas “La Città futura”, publicado el 11 de febrero de 1917.

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