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22 may 2015

TERRORISMO ALIMENTARIO


“Hermanas y hermanos de Bolivia, llegó el momento de que salgan a defender su tierra con la misma dignidad con la que defendieron su agua a finales del siglo pasado. No permitan que el terrorismo agroindustrial y las oligarquías local y global atenten contra sus tierras y su salud. Nos encontramos, frente a una especie de “neofeudalismo” que pretende apropiarse de las 1,400 millones de hectáreas de tierras potencialmente aptas para la producción agrícola en el mundo para envenenarlas con las semillas modificadas genéticamente que a su vez envenenarán al ganado y a la humanidad”.

Por: Félix Hompanera V. (México)
www.hompanera.net

Hasta hace unas décadas, cuando un país participaba en un conflicto bélico enviaba al campo de batalla a sus mejores soldados, mujeres y hombres con una sólida formación militar e instruidos en el manejo de armas, tecnología, medicina, estrategia militar, etc. En la actualidad somos testigos de la consolidación de una estrategia imperialista integral cuyo ejército lo conforman banqueros, publirrelacionistas, economistas, altos ejecutivos de grandes corporaciones, comunicadores, científicos, ingenieros y todo tipo de tecnócratas graduados con honores en las más prestigiadas universidades del mundo.

Y es que el imperio desarrolló con una eficacia perversa otros frentes de batalla que suelen reportarle mayores beneficios económicos, políticos y estratégicos que aquellos que son producto de una intervención militar, como por ejemplo el endeudamiento público con los bancos centrales o el FMI, los tratados de libre comercio, la privatización de las empresas públicas, el desmantelamiento del fomento económico sectorial, la infiltración parlamentaria de representantes de corporativos transnacionales, entre muchos otros. Sin embargo vale la pena profundizar en uno que en este momento pone en riesgo la soberanía de Bolivia y que ya causa graves estragos en diversos países de la región y de otros continentes: la agricultura capitalista globalizada, la cual ha cambiado no sólo el tipo de alimentos que la población consume (monocultivos intensivos, agroquímicos y transgénicos), sino también la forma de acceder a ellos (transporte, logística y venta en supermercados y grandes cadenas de distribuidores que compran al mayoreo y sus políticas de pago ahorcan a los productores locales).

Todo comienza conlos hermanos Rockefeller impulsando la carrera política de Henry Kissinger, quien llegara a ser Consejero de Seguridad Nacional y Secretario de Estado en los mandatos de Richard Nixon, y que llegó adeclarar públicamente que “si se controla el petróleo se puede controlar países enteros, pero si se controla la comida se puede controlar a las personas.” Así que desde un cargo que lo convertía en uno de los hombres más poderosos del mundo en aquel momento, convirtió el control de los suministros alimentarios en un asunto de seguridad nacional bajo el resguardo del Estado de Seguridad Nacional que se constituyó al fundar la CIA. Es decir, el ministerio estadounidense de agricultura no se encarga de la calidad de los alimentos y su distribución equitativa, sino del uso de los mismos como un arma de destrucción masiva y el control del mercado mundial de la alimentación que hoy depende de una docena de empresas que tienen el control absoluto de la producción y distribución de cereales y granos (trigo, maíz, cebada, avena, centeno y arroz), leche y productos lácteos, carne, aceite de mesa y grasas, especias, así como el alimento para ganado y semillas para plantar. El cártel que monopoliza la producción agrícola y de alimentos en el mundo está conformado por las siguientes empresas: Cargill Agrarian Holding (Minneapolis y Ginebra), Continental (Nueva York), Louis Dreyfus (París, Sao Paulo y Países Bajos), Bunge &Born (Bermudas), André Lausana (Suiza), Archer Daniels Midland / Töpfer (Illinois y Hamburgo).

A finales de los años 30 la Fundación Rockefeller comenzó a financiar un proyecto eugenésico que tiene como objeto mejorar la raza humana y eliminar aquellos individuos cuyos genes son “defectuosos” o no cumplen con los estándares previamente determinados en sus “estándares de calidad”. Para ello no sólo apoyaron a los científicos del Tercer Reich, sino que impulsaron financiera, política y mediáticamente a las empresas agroindustriales, agroquímicas y biotecnológicas, presentándolas al público como “la solución para erradicar el hambre en el mundo”.Al proyecto se han sumado la familia Bush (accionistas de Carngill) y Bill Gates (principal accionista de Monsanto), quien a través de la Fundación Bill y Belinda Gates y el apoyo del G-8 y Bono (cantante de U2)impulsan la llamada “revolución verde” (AGRA), una estrategia para comprar las tierras en África y sembrarlas con semillas transgénicas patentadas en su mayoría por ellos mismos.

Nos encontramos, pues, frente a una especie de “neofeudalismo” que pretende apropiarse de las 1,400 millones de hectáreas de tierras potencialmente aptas para la producción agrícola en el mundo para envenenarlas con las semillas modificadas genéticamente que a su vez envenenarán al ganado y a la humanidad. Y no sólo eso, sino que además desplazará a millones de agricultores, comunidades campesinas y pescadores artesanales, arrebatándoles sus tierras y obligándolos a trabajar para ellos a cambio de un salario paupérrimo y una calidad de vida infrahumana, como ya sucede en varios países de Latinoamérica, Oriente Medio y más recientemente Ucrania.

Hermanas y hermanos de Bolivia, llegó el momento de que salgan a defender su tierra con la misma dignidad con la que defendieron su agua a finales del siglo pasado. No permitan que el terrorismo agroindustrial y las oligarquías local y global atenten contra sus tierras y su salud. Infórmense de las pésimas experiencias en Brasil, Argentina, Colombia y México, por citar algunas, pero sobre todo del daño que producen los organismos modificados genéticamente al planeta y al cuerpo humano que han documentado de manera empírica diversos investigadores especialistas en el tema como Gilles-Eric Seralini(Francia), Aziz Aris y Samuel Leblanc(Canadá), Andrés Carrasco (Argentina), José Luis Insfrán (Paraguay)y Stella Benítez Leite (Paraguay). Una ciudadanía informada jamás será manipulada.

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