El imperio de la hipocresía, el cinismo y las armas

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“La industria armamentista les representa un negocio multimillonario: las 10 empresas líderes en la industria bélica (de las cuales 7 son estadounidenses) facturaron 465,770 millones de dólares en 2011. Para seguir generando esa inmensa cantidad de utilidades, debe existir un conflicto o al menos una amenaza latente para justificar que los gobiernos inviertan cantidades exorbitantes. Los gastos militares tienen un doble papel: es la base para el desarrollo de la guerra, y se trata de un mercado donde se tiene que vender lo que se produce, y para ello hay que buscar clientes que tengan una necesidad, o bien, creárselas”
Por Félix Hompanera V.
www.hompanera.net

El pasado 24 de septiembre, el jefe del estado vaticano, Jorge Mario Bergoglio, se dirigió a la ciudadanía estadounidense por medio de sus representantes en el congreso (suena lindo, pero en realidad ninguno de los políticos presentes en el acto representan a la ciudadanía). En un discurso esquizoide repleto de demagogia y florituras pseudo socialistas propias de cualquier caudillo latinoamericano, puso a vista del mundola agenda de la oligarquía global –de la cual es vicario apostólico y líder moral–, en la que destacan temas como la pobreza, la paz, el cambio climático, la migración, la familia y la venta de armas. Precisamente sobre este último, Bergoglio señalaba:

“… ¿por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta, que todos conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas.”

Tal parece que el cura argentino olvidó que su iglesia ha derramado sangre inocente a cambio de dinero y poder sistemáticamente desde el siglo 3. Quizás también pasó por alto que la mayor fábrica de armas de fuego del mundo, la italiana Pietro Beretta Ltda., cuenta con dos accionistas mayoritarios: Gussalli Ugo Beretta y el IOR (Instituto para las Obras de Religión), mejor conocido como Banco del Vaticano, una institución privada fundada en 1942 por el papa Pío XII con sede en la ciudad del Vaticano.

Lo curioso de esto es que tan sólo unos días después (1º de octubre) de lo que la prensa al servicio del poder denominara como un “discurso histórico”, ocurrió un tiroteo en el centro de estudios superiores Umpqua Community College de Roseburg, en Oregon (noreste de Estados Unidos); y justo una semana después (8 de octubre) de este trágico acontecimiento que, una vez más, “conmoviera a la nación”, los senadores demócratas Chuck Shumer y Debbie Stabenow presentaron un proyecto de ley para el control de armas con la que esperan “sentar las bases de una nueva legislación sobre el problema”.

Tal parece que la élite en el poder tuviera interés en regular la venta de armas bajo la bandera de “la paz y la libertad”, pero creo que no están tomando en cuenta que la industria armamentista les representa un negocio multimillonario: según cifras del Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), las 10 empresas líderes en la industria bélica (de las cuales 7 son estadounidenses) facturaron 465,770 millones de dólares en el 2011. Así que resulta evidente que para poder seguir generando esa inmensa cantidad de utilidades, debe existir un conflicto o al menos una amenaza latente para justificar que los gobiernos inviertan cantidades exorbitantes del dinero de los contribuyentes en la compra del armamento necesario para hacerle frente a dicha amenaza. Y es que los gastos militares tienen en el mundo actual un doble papel: por un lado constituyen la base para el desarrollo de la guerra como instrumento de dominación política por excelencia a través de la fuerza de las armas, y por otro, se trata de un mercado como cualquier otro donde se tiene que vender lo que se produce, y para ello hay que buscar clientes que tengan una necesidad, o bien, creárselas.

Claro ejemplo de ello es México, un país pacífico que nunca se ha visto involucrado directamente en conflictos bélicos internacionales, y por ello le crearon una guerra interna contra el crimen organizado que dio pie a que en 2007 se firmara un acuerdo de seguridad con Estados Unidos conocido como “Iniciativa Mérida”, que ha reportado ganancias multimillonarias desde el sexenio anterior. Tan sólo en el período de abril de 2014 a marzo de 2015, el gobierno mexicano despilfarró 1,346 millones de dólares en la compra de equipo, tecnología, refacciones y entrenamiento militar para hacer frente a la mal llamada “guerra contra el narco”. Eso sin contar los más de 15 millones de armas ilegales que circulan en el país, de las cuales el 80% ingresan por la frontera norte, según información proporcionada por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, CESOP.

Tomando en cuenta lo anterior, no parece que Estados Unidos y sus aliados–principalmente Israel y Gran Bretaña–, así como sus principales competidores en el mercado armamentista –Rusia, Alemania y China–, se encuentren muy interesados en renunciar a las utilidades que les dejacrear conflictos armados y guerras por doquier; o de organizar, entrenar y financiar a grupos de choque, a grupos paramilitares, al crimen organizado y “ejércitos rebeldes” o “liberadores”que desestabilizan regiones enteras y derraman ríos de sangre inocente. Mucho menos cuando el sionismo internacional (el vaticano incluido) y las familias Rothschild, Rockefeller y Soros, se encuentran entre los principales accionistas de las empresas que fabrican y distribuyen armamento y tecnología militar por todo el mundo.

Entonces ¿cuál será el plan que hay tras el interés de los demócratas, de los medios de comunicación y hasta de la iglesia en legislar la venta de armas en Estados Unidos?

En 2011, una encuesta de Gallup reveló que el 47% de los estadounidenses contaba con al menos un arma en su casa. Según el último censo poblacional de abril de 2012, existen 310 millones de armas adquiridas legalmente en Estados Unidos, un país de poco más de 312 millones de habitantes. Lo cual quiere decir que prácticamente cada ciudadano podría tener acceso a un arma. ¿Te imaginas, apreciable lector(a), que salieran a las calles más de 300 millones de personas armadas a exigir sus derechos? Simple y sencillamente no habría ejército que pudiera detenerlas.

Toda esta estrategia propagandística en forma de tiroteos en las escuelas que comenzó el 20 de abril de 1999 en la escuela de Columbine en Littleton, Colorado, ha tenido como objetivo desarmar a la población civil para que el estado autoritario tenga un control absoluto sobre ella. Desde entonces se ha querido satanizar a las armas responsabilizándolas de que niños y maestras inocentes mueran, y para ello han montado auténticas telenovelas transmitidas en noticiarios a nivel nacional en horario estelar y han financiado a directores de cine panfletarios y tendenciosos como Michel Moore que manipulan la opinión pública en favor de la imposición de un estado fascista. Y no es que me encuentre en favor de la violencia o de las armas, pero vale la pena ver el panorama completo para poder formar un criterio más amplio, de lo contrario corremos el riesgo de caer en el absurdo y terminar responsabilizando al agua de que una persona muera ahogada.

En síntesis, el “nuevo orden internacional” del que tanto habló Obama en su comparecencia en la pasada asamblea general de la ONU, es un estado fascista que poco a poco va imponiéndose en todo el orbe. En lo personal, me agrada la idea de que la vida nos ponga frente a la posibilidad de no tener que recurrir a la violencia para liberarnos, quizás así nos demos cuenta de una vez por todas de que el camino para construir una nueva sociedad es la unidad producto de la integración y la colaboración desde el amor.