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2 ene 2016

Divide y vencerás.


“Es importante observar lo que está pasando en el mundo y reflexionar sobre la intención de la oligarquía global de dividir el mundo en dos: por un lado los que tienen y someten (la minoría), por otro los que no tienen y obedecen (la mayoría). De esta manera es mucho más fácil que un puñado de tecnócratas conforme un gobierno totalitario que explote y domine al resto mediante las prácticas de terrorismo de Estado que tan bien conocemos en la región”

Por Félix Hompanera V.
www.hompanera.net

Quienes nos atrevemos a tener un criterio propio, a expresarlo públicamente y encima dar la cara, somos el blanco favorito de insultos, juicios y todo tipo de agresiones por parte de personas a las que les cuesta trabajo compartir el mundo con otras que no pensamos como ellas o que transgredimos lo establecido y, por ende, provocamos la incomodidad de su ego que, al sentirse amenazado, reacciona violentamente para defender su derecho a permanecer dentro de una incapacitante zona de confort.

Recientemente recibí un mensaje de una persona hispanoparlante que vive en el barrio de Queens en Nueva York, del cual reproduzco íntegramente el siguiente extracto que llamó particularmente mi atención:

“Te digo Félix que en una de tus presentaciones(aparecías con una franela verde clara) te observo físicamente muy delicado como de vida muy fácil y que nunca has tenido que trabajar fuerte, como si vivieras del cuento, y en realidad no quisiera ponerle mi atención a alguien así.”

Al margen del juicio, me parece lamentable que la credibilidad de una persona se mida a través de su imagen, aunque esto sea una constante subnormal del mundo posmoderno en que vivimos. Pero lo que me parece verdaderamente delicado es que cada vez un sector más amplio de la población mundial, perciba como alguien indigno de confianza a las personas que “no han tenido que trabajar fuerte”. En otras palabras, que se interprete que sólo alguien que pertenece a determinado grupo social –mientras más marginado mejor– tenga credenciales para exponer su pensamiento crítico y los demás sólo “vivan del cuento”.

Desde mi punto de vista, esta visión polarizada de la sociedad es producto de los lidercillos pseudo-revolucionarios que tanto proliferan en nuestra Latinoamérica. Estos caudillos han abusado del uso de la palabra “pueblo” para describir a quienes dicen representar, pero me encantaría que alguien me explique ¡quién diantres es el pueblo! Porque en campaña todos hablan de lo mucho que vale el pueblo, de lo lastimado que ha sido milenariamente por la oligarquía que lo explota y lo roba, que ha llegado el momento del “cambio” y, por favor, que alguien me explique ¡qué diantres es el cambio! Porque en su nombre han engañado a millones de personas prometiéndoles que transformarán su realidad si confían en ellos, pero eso no ha sucedido y no va a suceder jamás. Eso que llaman “pueblo” –una masa indeterminada, claramente indefinida y sin identidad–sigue viviendo sumido en la victimización responsabilizando a alguien más de la realidad marginal en la que viven y responsabilizando a alguien más de que los saque de ahí.

Y no es que defienda al Estado y sus instituciones burguesas, y mucho menos que legitime al capitalismo y su modelo neoliberal que es el responsable de la debacle política, económica y social que se vive en la actualidad, pero parece muchos no quieren darse cuenta que la contraparte ha causado tanto o más daño desde tiempos inmemoriales al aprovecharse de las condiciones de pobreza y marginación en las que se encuentra una buena parte de la población mundial. ¡Y ay de aquel que tenga la osadía de criticar a uno de estos caudillos o sus políticas populistas! Inmediatamente será linchado por el “pueblo” por oponerse al “cambio”.

Es importante observar lo que está pasando en el mundo y reflexionar sobre la intención de la oligarquía global de dividir el mundo en dos: por un lado los que tienen y someten (la minoría), por otro los que no tienen y obedecen (la mayoría). De esta manera es mucho más fácil que un puñado de tecnócratas conforme un gobierno totalitario que explote y domine al resto mediante las prácticas de terrorismo de Estado que tan bien conocemos en la región. Y para ello montaron una campaña propagandística mundial que descalifica al sistema saliente –el capitalismo salvaje encabezado por Estados Unidos y sus aliados– y unge al sistema entrante –el nuevo socialismo o socialismo del siglo XXI encabezado por Rusia, China y algunos países latinoamericanos–. Lo que están haciendo es programar la mente de la población mundial para aceptar cualquier oferta diferente a la actual y rechace todo aquello que su mente asocie con un estilo de vida burgués, valiéndose de la ignorancia, el hambre y la marginación en la que vive la mayor parte del mundo, y explotando un discurso que privilegia la pobreza como el que maneja el Vaticano o el que se muestra en producciones cinematográficas de gran calado como “Los juegos del hambre”.

Podríamos tirarnos al suelo y maldecir a quienes planean y ejecutan estas perversas estrategias de dominio mundial, o pasar horas y horas responsabilizando de su efectividad a quienes no se dan cuenta o no quieren darse cuenta de lo que está pasando en el mundo, pero no lograríamos nada. La solución no depende de un caudillo o de un líder sucho populista que nos guíe, ni tampoco en intervenciones divinas de ninguna índole. La solución la ponemos nosotros en el momento en que dejamos de dividirnos, de rechazarnos, de juzgarnos, de descalificarnos, de competir entre nosotros, de criticarnos, de insultarnos, de hacernos menos y de alejarnos por el simple hecho de no encajar en un estereotipo que alguien más impuso para beneficiarse de la inmensa barrera que existe entre nosotros. Ni todos los ejércitos del mundo podrían con nosotros si nos uniéramos, pero eso sólo va a suceder el día en que maduremos y dejemos de comprar discursos huecos a cualquiera que pretenda convencernos de que lo necesitamos para vivir mejor.

Desde esta humilde tribuna, deseo que el 2016 llene de paz tu corazón.

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